Con paso rápido un joven camina por el centro de la ciudad,
esquivando personas y vendedores ambulantes. Se dirige a tomar la ruta
113, la que circula por el libramiento sur, esperando llegar más rápido a
su destino.
Son las 13:00 horas, sube al colectivo y cinco
minutos después la unidad parte de la terminal completamente llena. En
medio del calor y con una combinación de olores poco agradables.
Confiado
mira su reloj, llegaré a tiempo piensa, “esta ruta es muy rápida”;
porque las que se mueven por el boulevard avanzan a vuelta de rueda.
Todo
parece ir bien, el transporte avanza rápidamente, pero de pronto, al
tomar otra ruta le dicen lo que menos esperaba: “está tapado el
libramiento”.
Cuando el reloj marca la 13:15 horas llega al
crucero del libramiento sur y la 11 poniente y comienza el
congestionamiento vehicular. Carros en diferentes direcciones, en medio
un elemento de tránsito municipal al que sus dos brazos parecen serle
insuficientes para coordinar la situación.
Los automovilistas casi
al borde de la locura, presionan con fuerza el claxon como esperando
ocurra un milagro o les salgan alas para llegar por fin a su destino.
Por
suerte no pasan ni cinco minutos y el colectivo sale del crucero, aquí
las vías alternas no son una opción. Para este momento dentro del
colectivo ya puede sentirse un intenso calor.
En el camino, algo
accidentado, el joven va observando maquinaria estacionada y
trabajadores que caminan de un lado a otro. “Mejor se apurarán a
trabajar”, se escucha una voz femenina con total enojo al fondo de la
unidad.
13:22 horas y el flujo de autos se detiene, otra vez, se
asoma y observa la fila que parece no tener fin, todos van a paso de
tortuga. Los pasajeros se miran unos a otros, los niños aburridos y
somnolientos.
Algunos miran su celular una y otra vez, mientras
las madres de los pequeños no saben qué hacer para medio entretenerlos y
evitar caigan dormidos. No hay música, solo ruido de carros y cláxones.
Para
su mala suerte, llegan a un desvío donde el tránsito es aún peor. Todos
quieren llegar pero nadie avanza, nadie cede el paso.
El chofer,
no mayor de 25 años, toma el desvío, los pasajeros observan confundidos,
el joven ya con total resignación sabe que va llegar tarde a su cita.
Pero
el desvío, lejos del libramiento sur, al parecer resultó una buena
opción, el colectivo avanza rápidamente por la vía alterna. Pasa dos
semáforos y se dirige el rumbo al destino cotidiano.
Ya las 13:45
horas y por fin, sudando, con calor y sed, el chico llega a su destino;
40 minutos después de tomar el colectivo, el doble de tiempo que
regularmente hacía en ese recorrido antes de que las “obras de
rehabilitación” comenzarán.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario