Aunque las cifras
oficiales registran un decremento en el número de feminicidios ocurridos en
Chiapas, los índices de violencia contra la mujer en la entidad
continúan siendo un tema de suma preocupación que en lo que va del presente año
ha dejado como saldo –al menos- 15 víctimas mortales.
De acuerdo a
diversas organizaciones sociales dedicadas a la protección de los derechos de
la mujer, Chiapas registra uno de los índices más alarmantes en torno a casos
de feminicidios; un delito que en 2013 sumó 84 expedientes de mujeres
chiapanecas brutalmente asesinadas.
Son historias
donde, en su mayoría, el verdugo se encuentra próximo la víctima, en su círculo
más cercano de amigos, en su familia, vive con ella o duerme con ella. Son
dramáticos casos donde el enemigo o asesino latente se encuentra en casa.
En Chiapas las
cifras durante los últimos años han dejado en claro que el problema va más allá
de un estricto asunto de procuración de justicia; se trata de un problema que
sustenta su origen en el núcleo social. Con hombres violentos que en pleno
siglo XXI siguen atribuyendo a la mujer el valor de un objeto para meros de
procreación.
Y es que, de
acuerdo al Centro de Derechos de la Mujer de Chiapas (CDMCH) más de 60 por
ciento de los casos de asesinatos cometidos contra mujeres son cometidos en
zonas de alta marginación, en comunidades indígenas o ejidales de Chiapas,
donde el rezago social y educativo sigue cobrando una cara factura a los grupos
vulnerables.
Son mujeres que
siguen siendo sometidas al yugo del machismo donde ser insultada, minimizada o
agraviada continúa siendo un hecho cotidiano al que están obligadas a
acostumbrarse. Asesinatos que bajo la sombra de la impunidad parecieran
tratarse de muertes naturales, parte de la cotidianidad de los pueblos del
rezago.
Como ha mencionado
Alma Padilla García, miembro activo del Centro de Derechos de la Mujer de
Chiapas, en todos los casos recientes “las mujeres fueron asesinadas con saña,
de forma violenta, pero pareciera que esta situación no afecta ni altera en
nada”. Una simple y llana defunción que se convierte en un expediente más.
Según el Estudio
Nacional Sobre las Fuentes, Orígenes y Factores que Producen y Reproducen la
Violencia Contra las Mujeres, entre las nueve entidades que registran una
tendencia creciente de homicidios de mujeres destacan Chiapas, Oaxaca,
Guerrero, Distrito Federal, Michoacán, Sinaloa y Sonora.
Así, mientras en
las últimas cuatro entidades mencionadas los orígenes de violencia están más
apegados a crímenes de la delincuencia organizada y la inseguridad, en Chiapas,
Guerrero y Oaxaca las agresiones contra mujeres tienen una raíz más social, con
mayor arraigo y origen en la retrograda concepción de la mujer.
Lo alarmante de las
cifras es que, según la Procuraduría General de Justicia de Chiapas (PGJE), en
más del 70 por ciento de los casos denunciados, el verdugo termina siendo
liberado por la propia víctima, quien por distintas razones desiste a la
demanda y retira los cargos. En algunos casos se convierte en una decisión
fatal.
Como muestra de
este índice, de las casi mil agresiones semestrales registradas mediante
denuncias en los juzgados de Chiapas, sólo el cinco por ciento reciben
respuestas favorables para la víctima o sentencias condenatorias; en su gran
mayoría debido a la interrupción de la denuncia o la declinación de la misma.
Los feminicidios en
Chiapas son una problemática que debe enfrentarse de raíz, en la estructura
social, en las escuelas y en la familia. Es un tema que debe ser atendido por
las autoridades educativas y las responsables de los programas de desarrollo
social, a fin de evitar que –como hoy sucede- termine siendo menester judicial.
Es un asunto más
complejo de lo que parece. Es en tema de violencia misma que deberá ser atacado
de fondo, en la familia, en las escuelas y mediante políticas públicas
efectivas de permitan formar hombres menos violentos y mujeres que se más
valoren así mismas.
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