Fuente de inspiración, festejada a más
no poder, pero también así golpeada. Es increíble en todo lo que hacen,
ven hermosura hasta en la panza de sus maridos, capaces de hacer seis
cosas al mismo tiempo.
Su vida son sus hijos, la gente por la
que luchan, por la que en muchas ocasiones lloran, sufren, pero que aman
profundamente. Las mujeres mexicanas son una combinación única de
culturas, son fuertes, entronas, aunque a la vez las han hecho creer
débiles e incapaces.
Nuestra sociedad de machos aún tiene mucho camino por recorrer: desigualdad económica, social, política, cultural.
Han sido fundamentales en la historia de
nuestro país, en todas las luchas sociales, en la construcción de lo
que intentamos ser como nación; es por eso que aun no entiendo por qué
quedaron tan lejos de los “logros”, apenas si tienen presencia en la
vida institucional de este país.
Las religiones tampoco han ayudado
mucho, durante años se les segregó a los roles “femeninos” que
básicamente se sintetizan en el cuidado del hogar, de su marido, sus
hijos, ¡ah! y en los hijos que Dios les dé.
A mí me han educado mujeres, la figura
de padre nunca la tuve, pero madres tengo varias (aunque algunos
aseguren que no tengo): la filósofa de Xochitepec, mi Goya, mi hija,
esposa, y algunas más que por enseñarme a ser más humano y menos animal
no me han cobrado nada.
Según los sociólogos y gente que sabe de
esos menesteres, en los cuatro últimos decenios los rasgos vitales de
las mexicanas han cambiado apreciablemente, su perfil demográfico ha
variado, son mayoritariamente urbanas y principalmente adultas jóvenes
(y no fundamentalmente jóvenes como en 1950).
Uno de los cambios más evidentes ha sido
su menor fecundidad, que ha pasado de un promedio de siete hijos por
mujer en edad fértil al comienzo de los cincuenta, a tres hijos cuando
se inician los noventa, lo cual es una ventaja porque un menor número de
hijos permite más libertad por lo menos de tiempo.
También se incrementó de forma
importante el número de mujeres en el mercado laboral, no digo que
trabajan porque han trabajado siempre, sólo que no les pagan. Ahora
trabajan doble porque se las ingenian ya que ellas son las que
principalmente están al pendiente de los hijos y del hogar, pero tienen
la ventaja de ya no ser dependientes al menos económicamente.
No entiendo entonces por qué siguen
soportando golpes, lo cual es muy preocupante, porque el maltrato
comienzan incluso desde el noviazgo, por mequetrefes imbéciles que las
terminan hasta matando.
Las cosas no van a cambiar de la noche a
la mañana pero en algún momento tenemos que empezar, todos,
organizaciones, ciudadanos, gobiernos, en Chiapas por ejemplo las
mujeres son sujeto de diversos apoyos, algunos en especie, otros como
apoyo para que comiencen su propio negocio, capacitación, y habría que
agregar la priorización de una agenda legislativa en defensa de los
derechos de la mujer y los niños a través de leyes que priorizan el
papel de las mujeres.
Sasil de León Villard, titular de la
Secretaría de Empoderamiento de la Mujer en el estado está haciendo su
trabajo para ubicar en la palestra nacional a Chiapas por la creación de
un marco referencia para protección y apoyo a las mujeres y de especial
atención a las comunidades indígenas.
La Agenda para los Derechos de la Mujer
surgió de una amplia consulta a miles de mujeres de los 122 municipios
de Chiapas, donde la Sedem, a través de los Comités Municipales para
Garantizar una Vida Libre de Violencia mantiene una sinergia permanente
con la población para conocer sus necesidades y priorizar sus demandas
de atención.
Otra propuesta interesante es la que
propuso Neftalí Del Toro, el Toribio propuso la institucionalización del
Primer Parlamento de la Mujer, a través del cual se pueda reunir las
iniciativas necesarias para seguir empoderándolas y se logre mejorar sus
condiciones de vida garantizando la protección a sus derechos de
género.
Todo esto es de gran valía, pero siendo
de la idea que la educación es el mejor camino, desde niños educar en
casa a todos los miembros de la familia, a los niños para que sean
respetuosos con las mujeres y no pequeños patanes; a las niñas en un
sentido de igualdad y de no sumisión, y en la medida en que esto
funcione ya no se necesitará de leyes para que sean respetadas y
tratadas con igualdad.
Quiero pedirle perdón a una mujer en
estas líneas, no sé quién es, cómo se llama, estaba escribiendo un día
una columna en una cafetería, en la mesa de un lado estaba una pareja
discutiendo no sé por qué. Cuando las palabras subieron de tono pude
detectar que eran novios y él le decía constantemente que no la dejaría,
la jaló de tal manera que la tasa de café cayó encima del tarado, lo
que lo enfureció más, la volvió a jalar del brazo, dejó un billete en la
mesa y a jalones se la llevó.
Más de uno le mencionamos al tipo que se
calmara o que llamaríamos a la policía, lo que al cobarde sujeto de
hecho no le importó; nadie defendió a la joven, nadie fue capaz de
actuar, de interponerse para que la dejara en paz, de llamar
efectivamente a la policía. Le pido perdón a esa joven porque yo fui uno
de esos cobardes que prefirió sólo decirle al tipo que se calmara,
cuando lo correcto hubiera sido apoyarla a ella completamente, ofrecerle
llevarla a su casa, llamar a su papás. Sujetos así no pueden andar
sueltos por la calle como si nada.
Los machos son como los delincuentes,
tenemos que señalarlos, no dejarlos actuar, para que poco a poco se
vayan mejorando las condiciones de nuestras mujeres, de otra forma
seguiremos viendo como nuestro país crece a medias.
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