El Financiero.- El gobernador (es un decir) de Chiapas, Manuel Velasco, se cayó del
caballo. Ocurrió el fin de semana. En su estado. El mandatario (es un
decir, porque dicen que él no es quien realmente manda en aquella
entidad) estaba jugando a la charrería cuando acabó en el suelo. Sin
consecuencias el azotón, parece. Los videos del incidente han dado la
vuelta a Internet, donde se han burlado del jinete. Los memes quizá
provoquen risa, pero este evento debería también motivar –creo– al menos
dos reflexiones más.
Manuel Velasco llegó al puesto por el Partido Verde Ecologista de México. Esa organización, cuyos defectos y abusos son conocidos, promovió una legislación que ha prohibido el uso de animales en los circos. Es cierto que muchas de esas bestias eran sometidas a maltrato, y que, como tal, hay poco que reprochar a una ley que dejó a los circos huérfanos de animales.
Se trata de todo un cambio de época. Quizá el circo muera, quizá surjan versiones meramente acrobáticas, o cómicas. Quién sabe. Hace pocas décadas, cuando los circos pasaban por las barriadas pobres, y nos divertían a tantos, nadie hubiera pensado que nos tocaría ver la desaparición de esas carpas. Y ya ven, hoy son historia.
El caso es que –aunque se enojen algunos nacionalistas–, si en esas andamos resulta obligado preguntarse qué tan lejos está el maltrato que padecían algunos animales en los circos de lo que sufren reses y potros en un lienzo charro.
No soy un ultra de la protección a los animales. Los ultras nos llevarán a prohibir el salto ecuestre, y quién sabe si incluso el adiestramiento.
Y yo creo que entre el hipismo y la charrería hay buena distancia. En el primero no hay nada parecido a ver como un mérito el hacer rodar a un caballo en movimiento lazándolo de una pata. Ni en lanzarlo en una carrera loca para frenarlo en seco (suerte según recuerdo llamada cala y que fue precisamente en la que se cayó el joven Velasco).
Y están las suertes, así las llaman, en las que el chiste de todo es tirar de la cola a reses que corren. Se premia, según recuerdo, lo redondo del derribo del animal. Premio al costalazo, pues.
No soy un ultra de la protección a los animales, repito, y he disfrutado en las charreadas. Pero maltrato es maltrato, ¿o no?
Entonces, ¿qué diantres hacía el señor Velasco, del PVEM, en una charreada?
Ya sé que decir contradicción e hipocresía al hablar del PVEM es pleonasmo, pero no se vale acostumbrarnos al cinismo.
¿Por qué el PVEM no condena las charreadas o a su charro gobernador?
¿Por qué el PVEM se cuela a la Plaza México a interrumpir ese espectáculo con su protesta (como hizo en octubre pasado http://bit.ly/2ePMj32), y en cambio deja como si nada el asunto de que Chiapas, y su gobierno, hayan sido protagonistas y anfitriones de un campeonato nacional charro?
¿Le van a entrar en serio al maltrato animal o sólo van contra la tauromaquia y no revisarán las charreadas?
Será que, fiel a su costumbre, el PVEM no se pelea con el dinero, y prefirió apostar por el circo de las charreadas al dar fondos para construir un lienzo charro cuando los chiapanecos tienen muchas otras carencias. (Se dice que Velasco destinó 100 millones de pesos para el foro donde derraparía http://bit.ly/2eTuKTq)
Maltrato es maltrato, ¿no? Y pagar con millonarios fondos gubernamentales un lienzo charro también está mal, ¿no?
Pero así es el PVEM, y su gelatinosa relación con los animales.
Manuel Velasco llegó al puesto por el Partido Verde Ecologista de México. Esa organización, cuyos defectos y abusos son conocidos, promovió una legislación que ha prohibido el uso de animales en los circos. Es cierto que muchas de esas bestias eran sometidas a maltrato, y que, como tal, hay poco que reprochar a una ley que dejó a los circos huérfanos de animales.
Se trata de todo un cambio de época. Quizá el circo muera, quizá surjan versiones meramente acrobáticas, o cómicas. Quién sabe. Hace pocas décadas, cuando los circos pasaban por las barriadas pobres, y nos divertían a tantos, nadie hubiera pensado que nos tocaría ver la desaparición de esas carpas. Y ya ven, hoy son historia.
El caso es que –aunque se enojen algunos nacionalistas–, si en esas andamos resulta obligado preguntarse qué tan lejos está el maltrato que padecían algunos animales en los circos de lo que sufren reses y potros en un lienzo charro.
No soy un ultra de la protección a los animales. Los ultras nos llevarán a prohibir el salto ecuestre, y quién sabe si incluso el adiestramiento.
Y yo creo que entre el hipismo y la charrería hay buena distancia. En el primero no hay nada parecido a ver como un mérito el hacer rodar a un caballo en movimiento lazándolo de una pata. Ni en lanzarlo en una carrera loca para frenarlo en seco (suerte según recuerdo llamada cala y que fue precisamente en la que se cayó el joven Velasco).
Y están las suertes, así las llaman, en las que el chiste de todo es tirar de la cola a reses que corren. Se premia, según recuerdo, lo redondo del derribo del animal. Premio al costalazo, pues.
No soy un ultra de la protección a los animales, repito, y he disfrutado en las charreadas. Pero maltrato es maltrato, ¿o no?
Entonces, ¿qué diantres hacía el señor Velasco, del PVEM, en una charreada?
Ya sé que decir contradicción e hipocresía al hablar del PVEM es pleonasmo, pero no se vale acostumbrarnos al cinismo.
¿Por qué el PVEM no condena las charreadas o a su charro gobernador?
¿Por qué el PVEM se cuela a la Plaza México a interrumpir ese espectáculo con su protesta (como hizo en octubre pasado http://bit.ly/2ePMj32), y en cambio deja como si nada el asunto de que Chiapas, y su gobierno, hayan sido protagonistas y anfitriones de un campeonato nacional charro?
¿Le van a entrar en serio al maltrato animal o sólo van contra la tauromaquia y no revisarán las charreadas?
Será que, fiel a su costumbre, el PVEM no se pelea con el dinero, y prefirió apostar por el circo de las charreadas al dar fondos para construir un lienzo charro cuando los chiapanecos tienen muchas otras carencias. (Se dice que Velasco destinó 100 millones de pesos para el foro donde derraparía http://bit.ly/2eTuKTq)
Maltrato es maltrato, ¿no? Y pagar con millonarios fondos gubernamentales un lienzo charro también está mal, ¿no?
Pero así es el PVEM, y su gelatinosa relación con los animales.
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