Por José Adriano Anaya .
Hoy se cumple el cuarto año de gobierno de Manuel Velasco Coello,
sin que haya logros económicos que celebrar. Chiapas históricamente ha
sido mal gobernado y en general, sus gobernantes han carecido de una
visión de futuro y por lo tanto de proyectos de desarrollo. Junto a
esto, existe entre los políticos locales una ideología conservadora,
que los convierte en retrógradas y tradicionalistas, cuando se trata de
impulsar programas modernizadores en la entidad.
Ya se ha reiterado en varias ocasiones la afirmación de que Chiapas
es el paraíso de la oportunidades perdidas y más si se considera que en
los tres últimos gobiernos –Pablo Salazar, Juan Sabines y Manuel
Velasco-, se ejerció un presupuesto superior a los 800 mil millones de
pesos, en donde los indicadores de bienestar y el índice de desarrollo
humano no mejoraron y en algunos aspectos hasta se empeoró.
La situación en el campo en los últimos 15 años ha sido de un claro
deterioro, a punto tal de que en la década de los 70 y 80 del Siglo XX,
Chiapas atraía fuerza de trabajo y hoy es expulsor de ella. El Estado,
antes del levantamiento zapatista de 1994, no aparecía dentro de las
entidades con migrantes en el extranjero y hoy lamentablemente, se
encuentra entre las primeras siete entidades con población migrante, lo
que evidencia el poco impacto socio-económico de la enorme inversión
pública destinada para Chiapas.
Desafortunadamente, la entidad tiene los primeros lugares pero en los
aspectos negativos. En analfabetismo, en muerte materno infantil, en
violaciones a la libertad de prensa, en el número de municipios con
menor Índice de Desarrollo Humano, en el índice de feminicidios, en
opacidad a la información, el 76.4% de la población vive en pobreza o
pobreza extrema, etc., etc.
El problema de Chiapas no es presupuestal sino de gobierno. En estos
cuatro años de la administración actual, se ha ejercido un presupuesto
superior a los 300 mil millones de pesos, y este ejercicio de recursos
no se traducen en bienestar, pero se pretende vender la idea de que el
arreglo de las calles son símbolo de modernidad y progreso, cuando en
realidad, jamás la pavimentación de las calles van a generar por sí
solas progreso y menos se puede uno imaginar que la construcción del
Foro Chiapas pueda llegar a justificar los cuatro años de gobierno.
La dimensión de la pobreza en Chiapas guarda una estrecha vinculación
con el nivel de despilfarro presupuestal del gobierno, en donde la
inmensa mayoría de la población forma parte del ejército de los
olvidados y a los cuales se les atiende con ayudas y paliativos, sin que
se logre mejorar la realidad social de nadie –salvo la de los
funcionarios responsables en el manejo de esos programas-.
Frente a este abandono del gobierno, Chiapas está convertido en un
polvorín. Lo desafortunado de esta situación, es que se están creando
condiciones para que muchos conflictos estallen simultáneamente en
varios puntos, lo que configura una condición de caos social.
Esta situación de caos no es atendida por los funcionarios públicos,
ya sea por indiferencia o por incapacidad, lo que muestra una actitud de
abandono y de irrelevancia a la función de gobernar. En contrasentido a
esta práctica, es notoria la corrupción en diversas áreas de la
administración estatal y muchos funcionarios han construido sus
personales Casa Blanca, sin que haya una mínima preocupación por este
gobierno para dar un manotazo, que permita enviar otro tipo de mensaje a
la población, que cada vez percibe un final de gobierno, similar o peor
a lo sucedido en los Estados de Veracruz, Chihuahua o Quintana Roo. Vía Contra Poder
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